Muchas veces pareciera ser que el cambio climático es inevitable, que es un fenómeno lejano frente al que nos sentimos pequeños e insignificantes. Sin embargo, el cambio climático tiene dos grandes causas y nuestro actuar es determinante para mitigar una de ellas.

La primera causa, frente a la que debemos aceptar nuestra pequeñez e insignificancia, es la naturaleza. Nada podemos hacer para cambiar las variaciones de energía que se reciben del sol, o para detener una erupción volcánica, o para alterar procesos biológicos inevitables. Si la naturaleza fuese la única responsable del cambio climático, debiésemos cruzarnos de brazos y aceptar sus efectos. No obstante, la segunda causa del cambio climático, es la actividad humana.

La emisión de CO2, la deforestación, la explotación de recursos naturales de forma irresponsable, el maltrato de los suelos y un sinfín de prácticas heredadas de generaciones pasadas, son las actividades humanas que han acelerado el cambio climático, generando el calentamiento global. A grandes rasgos, el calentamiento global es un aumento de la temperatura de la atmosfera terrestre, que genera cambios en el régimen de precipitaciones, aumentos en el nivel del mar, y alteraciones climáticas que representan daños gravísimos a la biodiversidad, así como riesgos para la agricultura, los alimentos y el suministro del agua.

Frente al evidente avance del cambio climático, si hay cosas que cada uno de nosotros podemos hacer, y la reforestación consciente es una de ellas. Los bosques limpian el aire y regulan el clima a la vez. Un solo árbol sano, produce el mismo efecto de enfriamiento que 10 unidades de aire acondicionado funcionando en conjunto, además de reducir la materia particulada en el aire entre un 7% y un 24%. Los árboles son la única solución que limpia y enfría el aire a la vez, además de ofrecer otros beneficios, como espacios verdes para las personas, hábitat para la vida silvestre y retención de carbono.

Así como se traspasaron prácticas dañinas para el medio ambiente, se pueden traspasar acciones de impacto positivo, para que nosotros y las generaciones venideras seamos capaces de vivir en equilibrio con el medio ambiente. Debemos sembrar conciencia de que nuestras acciones dejan una huella en el mundo y que afectarlo de forma positiva es mucho más simple de lo que parece.

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